Pon la nata en un cazo a calentar hasta que empiece a hervir y retírala del fuego.
Corta la vaina de vainilla a la mitad longitudinalmente con un cuchillo afilado. Utiliza el cuchillo para raspar el interior de la vaina y sacar las semillas. Añádelas a la nata, junto con las vainas y cinco de las flores de lavanda (reserva las cuatro restantes para adornar). Deja infusionar mientras preparas las yemas.
Separa las yemas de las claras y guarda las claras para añadir a tortillas, o congela para un merengue. Bate enérgicamente las yemas, la sal y el azúcar con las varillas durante un par de minutos, hasta que tomen un color más pálido.
Cuela la nata, procurando que las semillitas de vainilla pasen por el tamiz... no queremos que se pierda ese fantástico sabor. Añade un cucharón de nata tibia a las yemas y bate. Esto se llama atemperar las yemas, es decir, vamos subiendo su temperatura gradualmente para que no se cuajen.
Ahora ya puedes incorporar el resto de la nata y terminar de mezclar, batiendo. Vierte en cuatro pequeñas cazuelitas o ramequines que tendrás preparadas sobre la bandeja de horno. Si hay burbujas sobre la superficie de la crema, dispérsalas pasando la llama del soplete de cocina por ella. ¡Magia! Desaparecen al instante.
Hornea con vapor 100 % (Bosch intensidad 3 / AEG vapor solo) en el segundo carril a 95 ºC durante 30 minutos o hasta que la temperatura interna de la crema alcance 77 ºC.
Saca del horno, deja enfriar y mete en la nevera tapadas durante al menos 4 horas, o mejor de un día para otro.
Un rato antes de comerlas, cubre cada una de las cremas con una cucharadita de azúcar. Da golpecitos y gira el molde para que toda la superficie de la crema quede cubierta, añadiendo azúcar si es necesario. No queremos que la llama toque la natilla, pero si pones mucha azúcar te quedará una capa de caramelo gruesa y dura. Para mí el punto perfecto es 5 gramos de azúcar por molde.
Carameliza con el soplete de cocina y deja enfriar de nuevo en la nevera durante al menos 10 minutos. Yo la dejo reposar una hora antes de comerla, porque me gusta que el caramelo se haya suavizado un poco.
Sirve adornada con una flor de lavanda.