Pesa en un cuenco la harina, la levadura, el azúcar y la sal. Añade la mantequilla cortada en trocitos y mezcla con las puntas de los dedos, deshaciendo los trozos de mantequilla hasta obtener una textura como de arena gruesa. No uses las palmas de las manos.
Bate los huevos, añade la leche, mezcla y reserva un poco para pincelar al final. Vierte el resto sobre la mezcla de harina y mantequilla.
Remueve con un cuchillo de mesa hasta que la masa esté más o menos formada. Vuélcala sobre el poyo enharinado y dóblala sobre sí misma un par de veces, hasta que esté razonablemente homogénea. Es muy importante que no la trabajes más de lo necesario.
Si le vas a poner pasas, ahora es el momento de añadirlas. Mira el vídeo de Mary Berry para que veas cómo las añade: pone la mitad por un lado y la otra mitad por el otro y aprieta levemente para que entren en la masa.
Precalienta el horno a 200 ºC, con vapor al 25 % (Bosch intensidad 1, AEG humedad baja). Si tu horno no tiene vapor, precalienta a 200 ºC, con ventilador (turbo) si tu horno tiene esa opción.
Con un rodillo enharinado, estira la masa muy suavemente hasta conseguir una altura de 2,5 cm, o un poco más si los quieres muy altos. No la hagas más fina, porque los scones no subirían correctamente.
Usa un cortapastas para recortar los scones, apurando el espacio para sacar tantos como sea posible en la primera tanda. Húndelo con un golpe seco y levántalo sin girar. Pon los scones con cuidado sobre una bandeja de hornear, un poco separados.
Pincela los scones con cuidado con la mezcla de huevo y leche que reservaste.
Hornea 12 minutos o hasta que estén ligeramente dorados. Se sabe que están hechos porque suenan huecos cuando los golpeas por debajo, como el pan.
Sirve preferentemente tibios y acompañados de una mermelada roja (fresa, frambuesa...) y clotted cream, mantequilla o nata montada.